Allí en Rangoon comprendí que los dioses
eran tan enemigos como Dios
del pobre ser humano.
Dioses
de alabastro tendidos
como ballenas blancas,
dioses dorados como las espigas,
dioses serpientes enroscados
al crimen de nacer,
budhas desnudos y elegantes
sonriendo en el coktail
de la vacía eternidad
como Cristo en su cruz horrible,
todos dispuestos a todo,
a imponernos su cielo,
todos con llagas o pistola
para comprar piedad o quemarnos la sangre,
dioses feroces del hombre
para esconder la cobardía,
y allí todo era así,
toda la tierra olía a cielo,
a mercadería celeste.
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There in Rangoon I realized that the gods were enemies, just like God, of the poor human being. Gods in alabaster extended like white whales, gods gilded like spikes, serpent gods entwining the crime of being born, naked and elegant buddhas smiling at the cocktail party of empty eternity like Christ on his horrible cross, all of them capable of anything, of imposing on us their heaven, all with torture or pistol to purchase piety or burn our blood, fierce gods made by men to conceal their cowardice, and there it was all like that, the whole earth reeking of heaven, and heavenly merchandise.
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"Religion in the East" (Religión en el Este) from Memorial of Isla Negra [Memorial de Isla Negra] (1964), trans. by Anthony Kerrigan in Selected Poems by Pablo Neruda [Houghton Mifflin, 1990, ISBN 0-395-54418-1] (p. 463)Pablo Neruda
Como Chesterton, como Lang, como Boswell, Wilde es de aquellos venturosos que pueden prescindir de la aprobación de la crítica y aun, a veces, de la aprobación del lector, pues el agrado que nos proporciona su trato es irresistible y constante.
Oscar Wilde
Para mí estas cosas son como una cebolla, entre más capas descubres, más vas llorando. No hay vencedores en las guerras, sólo sangre y vencidos.
Guillermo del Toro
Otros todos son ajenos, que la necedad siempre va por demasías, y aquí infeliz: no tienen día, ni aun hora suya, con tal exceso de ajenos, que alguno fue llamado “el de todos”. Aun en el entendimiento, que para todos saben y para sí ignoran.
Baltasar Gracian
Las heridas quemaban como soles
a las cinco de la tarde,
y el gentío rompía las ventanas
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
?Ay qué terribles cinco de la tarde!
?Eran las cinco en todos los relojes!
?Eran las cinco en sombra de la tarde!Federico Garcia Lorca
Las heridas quemaban como soles
a las cinco de la tarde,
y el gentío rompía las ventanas
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
?Ay qué terribles cinco de la tarde!
?Eran las cinco en todos los relojes!
?Eran las cinco en sombra de la tarde!Federico Garcia Lorca
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